sábado, 2 de enero de 2016

 

«Los animales tienen, sin duda, una individualidad neurobiológica. Son capaces de recordar y actuar en función de la experiencia a través de una suerte de conciencia primaria. Tienen un concepto de presente recordado, pero no un concepto de pasado o de fu­turo. Estos conceptos sólo emergen tras la aparición en el curso de la evolución de la capacidad semánti­ca, la capacidad de expresar sentimientos y referirse a objetos y eventos por medio de una simbología, es decir, con la aparición del lenguaje. No tienen un ver­dadero yo, una verdadera identidad. Para que ésta surja, es necesaria la presencia de una conciencia de orden superior, que sólo se desarrolla cuando se desarrolla el lenguaje y en el contexto de la interac­ción con los demás. A través de la interacción con los otros se hace posible el intercambio de símbolos y la conciencia de orden superior, la conciencia de la conciencia. Ello nos permite crear narraciones, fic­ciones, historias.
La noción de sí mismo, la noción de self, sólo tiene sentido a través del lenguaje. […]
Uno no tiene un self igual que tiene un corazón o un hígado; uno no es un self de la misma forma que es un organismo vivo. El sí mismo es un proceso en construcción, es algo que evoluciona, no es fijo ni in­mutable. Es el producto de concebir y organizar una vida de una determinada forma.
Y en ese sentido, es construido en y a través de la narración. Quienes somos nosotros depende de la historia que nos contamos sobre nosotros mismos. Y estas historias pueden ser más o menos coherentes y sostener nuestra identidad o entrar en conflicto y cuestionarla abiertamente.
Ricoeur propone una concepción narrativa de la identidad personal donde el sujeto pueda ser el na­rrador o el protagonista, pero es más difícil poder afirmar rotundamente que también es el autor. Ri­coeur lo expresa diciendo que “de su vida, cada cual puede ser, como mucho, coautor”

 

De la neurobiología al concepto de sefl: identidad narrativa; Beatriz Rodríguez Vega, Alberto Fernández Liria y Carmen Bayón Pérez