Hacia atrás no conduce, en suma, ninguna senda, ni hacia el lobo ni hacia el niño. En el principio de las cosas no hay sencillez ni inocencia; todo lo creado, hasta lo que parece más simple, es ya culpable, es ya complejo, ha sido arrojado al sucio torbellino del desarrollo y no puede ya, no puede nunca más nadar contra corriente. El camino hacia la inocencia, hacia lo increado, hacia Dios, no va para atrás, sino hacia delante; no hacia el lobo o el niño, sino cada vez más hacia la culpa, cada vez más hondamente dentro de la encarnación humana. Tampoco con el suicidio, pobre lobo estepario, se te saca de apuro realmente; tienes que recorrer el camino más largo, más penoso y más difícil de la humana encarnación; habrás de multiplicar todavía con frecuencia tu duplicidad; tendrás que complicar aún más tu complicación. En lugar de estrechar tu mundo, de simplificar tu alma, tendrás que acoger cada vez más mundo, tendrás que acoger a la postre al mundo entero en tu alma dolorosamente ensanchada, para llegar acaso algún día al fin, al descanso. Por este camino marcharon Buda y todos
los grandes hombres, unos a sabiendas, otros inconscientemente,
mientras la aventura les salía bien. Nacimiento significa desunión del
todo, significa limitación, apartamiento de Dios, penosa reencarnación.
Vuelta al todo, anulación de la dolorosa individualidad, llegar a ser Dios quiere decir: haber ensanchado tanto el alma que pueda volver a
comprender nuevamente al todo.
El lobo estepario, Herman Hesse.

Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a
la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el
mundo del eterno retorno descansasobre cada gesto el peso de una
insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche
llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste
Gewicht).
Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras
vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa
levedad.
¿Pero es de verdad terrible el peso y maravillosa la levedad?
La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta
contra la tierra. Pero en la poesía amatoria de todas las épocas la
mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre. La carga más
pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen dela más intensa plenitud de
la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará
nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia
absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire,
vuele
hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea
real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como
insignificantes.
Entonces, ¿qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?
Este fue el interrogante que se
planteó Parménides en el siglo sexto antes de Cristo. A su juicio todo
el mundo estaba dividido en principios contradictorios: luz-oscuridad;
sutil-tosco; calor-frío; ser-no ser. Uno de los polos de la
contradicción era, según él, positivo (la luz, el calor, lo fino, el
ser), el otro negativo. Semejante división entre polos positivos y
negativos puede parecemos puerilmente simple. Con una excepción: ¿qué es
lo posit ivo, el peso
o la levedad?
Parménides respondió: la levedad es positiva, el peso es negativo.
¿Tenía razón o no? Es una incógnita. Sólo una cosa es segura: la
contradicción entre peso y levedad es la más misteriosa y equívoca de
todas las contradicciones.
La insoportable levedad del ser, Milan Kundera.